4 de febrero de 2010

Píntame la cancha

BAJO EL ARCO UNO CRECE. No en altura, sí en grandeza. La posibilidad de convertirse en un eunuco tras una pelota que avanza a una velocidad de 200 kilómetros por hora, le quita, de inmediato, la posibilidad de ser un cobarde. La humillación de una huachita, un sombrerito, un gol de media cancha o peor aún, de otro arquero, también lo convertirá en un eunuco de la peor calaña. Un eunuco moral. Por eso es un guiño el número que llevan en la espalda. Porque los últimos serán los primeros. Y porque quien ríe último, ríe mejor.

A DIFERENCIA DE UN GOLEADOR, la modestia lo define. El guardameta es héroe solitario del campo. Y como todo héroe que se digne serlo, no festeja. Lo festejan. Sabe que a veces, hasta los malos ganan. Y que, además, siempre serán cuatro extremidades contra veintidós piernas. Aunque unos hasta dan la cara por el equipo. Pájaro de insólitos vuelos, culebra de revolcones descarados. La frustración ajena será su motivación. Y a pesar de aquello, podremos odiar a un goleador, pero nunca a un golero.

DEPUÉS DE TODO, lo que más evitan no son los goles. Sino, por comprensible orgullo, esto.

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Por el periodista Eduardo Cornejo para el blog Paisaje de Guerra

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