BAJO EL ARCO UNO CRECE. No en altura, sí en grandeza. La posibilidad de convertirse en un eunuco tras una pelota que avanza a una velocidad de
A DIFERENCIA DE UN GOLEADOR, la modestia lo define. El guardameta es héroe solitario del campo. Y como todo héroe que se digne serlo, no festeja. Lo festejan. Sabe que a veces, hasta los malos ganan. Y que, además, siempre serán cuatro extremidades contra veintidós piernas. Aunque unos hasta dan la cara por el equipo. Pájaro de insólitos vuelos, culebra de revolcones descarados. La frustración ajena será su motivación. Y a pesar de aquello, podremos odiar a un goleador, pero nunca a un golero.
DEPUÉS DE TODO, lo que más evitan no son los goles. Sino, por comprensible orgullo, esto.
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Por el periodista Eduardo Cornejo para el blog Paisaje de Guerra
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